¿Realidad
o realidades?
“La curiosidad es, junto con la consciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento. Si no fuera por la curiosidad no conoceríamos. La curiosidad nos empuja, nos motiva, nos lleva a develar la realidad a través de la acción”
Paulo Freire
Desde siempre el hombre se ha interesado por el
conocimiento. Grandes pensadores han tratado esta cuestión a lo largo de la
historia.
Aristóteles decía que el fin del hombre es conocer, que
el hombre nace para conocer, ama conocer.
Hoy en día este amor por el conocimiento pareciera ser la
base de todas las ciencias.
En particular, desde la psicología general se sabe que un
hombre adulto en su intento por conocer el mundo fue descubriendo también sus
limitaciones. En primer lugar, las biológicas. Ya en los principios filósofos como
Platón y Descartes dudaban de la legitimidad que los sentidos podrían otorgarle
a nuestro conocimiento. Hoy sabemos, a través de comprobaciones científicas,
que esto es así no solo desde las ciencias naturales, sino también desde las
ciencias sociales que han demostrado las limitaciones psico- sociales de las
personas: las cuestiones afectivo-motivacionales, los niveles lógicos (
capacidades, creencias, valores, experiencias, identidad, entorno,
comportamiento), la edad, el género, etnia, nivel socio económico y el contexto
social y cultural en el cual se encuentran.
De esto deriva que todos percibimos la realidad de manera
diversa y por lo tanto la conocemos de diferente modo. Esto significa que no
existe una sola realidad, sino tantas realidades como “ojos observadores” de
ella; existen tantas realidades como seres cognoscentes de las mismas.
En nuestro presente, en nuestro aquí y ahora, vivimos en
un mundo azaroso, sujeto a las probabilidades, a la incertidumbre, a la desorganización
y el caos. No saber qué es la realidad nos produce inestabilidad, inseguridad,
miedo. Es por ello que los sujetos buscamos un constante consenso en los
contextos en los cuales nos desenvolvemos para instalarnos en la seguridad, en
la organización, en el equilibrio. Esto no es tarea fácil, ya que debemos abrir
nuestro mundo a otros nuevos, lo cual implica tocar nuestro ego, nuestra
identidad, aspectos muy propios de nuestra personalidad.
“Cuestionar una creencia desestabiliza todas aquellas que
se derivan de ella o que están relacionadas de una u otra manera con ella”.
Esta es la razón por la que somos tan reacios a modificarlas, perdiendo la
oportunidad de apertura y cambio de conocimiento, de tomar conciencia de la
acción y reconstruir nuestra realidad.
Sin embargo, todas las realidades encuentran
denominadores comunes, buscan cierto consenso para salir del caos, para salir
de paradigmas individuales y pasar a paradigmas consensuados y aceptados por
todos como metodología para conocer la realidad.
Podríamos decir entonces que por fuera funcionamos tal
como lo hacemos por dentro. Buscamos el
mismo consenso que busca nuestro “yo” en nuestra psiquis entre las
pulsiones opuestas del “ello” y el “super yo” que luchan por predominar y salir
a la luz.
Es que en verdad, no existe una realidad fuera de
nosotros por conocer, sino una representación interna que manifestamos de
manera dialéctica en nuestro “mundo exterior” a través del lenguaje y de
nuestras interacciones con sujetos y objetos.
Todo lo que existe es lo que somos.
Ya lo había dicho Descartes: “Pienso, luego existo”.
Natalia J. Porcel