La intrusa
En la
cochera de mi casa vivía la intrusa. Ella había aparecido hace algún tiempo del
cual no tengo cuenta y por motivos que desconozco.
Al principio
su presencia no era notoria hasta hace dos semanas atrás, cuando desperté en la
noche con un fuerte dolor abdominal que hacia crujir mis tripas, y encontré la
alacena vacía.
Mi madre había
sido muy cordial con esa “rata”, pero ella ya estaba abusándose.
Los
siguientes días posteriores a este episodio mi ira iba creciendo con el ruido
de sus sigilosos pasos y con cada desempaque por la madrugada.
Soporte esto
varios días hasta que ya no pude más y, “montada en cólera” pero por sobre todo
ciega de hambre, coloque insidiosamente veneno en sus galletitas preferidas.
Con el paso
del tiempo ella iba empeorando hasta que una noche ya no apareció más.
Por la
mañana la policía retiro el cuerpo de mi prima ya sin vida, mientras yo
acongojadisima, disfrutaba de los últimos bocados que había dejado en honor a
ella, por supuesto.
Natalia J. Porcel
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