Vuelo ocho cuarenta
Con muchas pero pocas ganas, tan frustradas y
entusiasmadas a la vez, armamos nuestros bolsos. Julieta se había contactado
con un empresario estadounidense muy importante del mundo del espectáculo que
nos ofrecía un muy buen empleo en México.
Aquí, en Buenos Aires, ya lo habíamos intentado
todo. Es muy difícil para una bailarina clásica ganarse la vida
dignamente mediante esta profesión.
El vuelo estaba programado para las nueve menos
veinte de la mañana. No quisimos despedidas ni de nuestros amigos ni de nuestra
familia ya que a pesar de la gran oportunidad que teníamos, nos dolía mucho
tener que abandonar el país, más aun el barrio y la gente que nos había visto
crecer.
Apenas arribamos Michael Carter ya nos había enviado
un taxi para enviarnos directo al hotel al cual se nos había designado.
El edificio era sombrío, bastante antiguo y me
provocaba cierta desconfianza; un escalofrió me recorrió todo el cuerpo y por
dentro supuse que seria normal sentir algo de angustia. Mi hermana Julieta
estaba muy alegre, ella siempre había sido amante de las nuevas aventuras, y
era la más optimista de las dos.
Nos registramos y pasamos a la habitación nueve en
el segundo piso. No habíamos tenido tiempo de desempacar cuando ya nos estaban
golpeando la puerta. Michael venia a presentarse y darnos la bienvenida
invitándonos con un trago
Luego de las formalidades solo recuerdo que
brindamos y el resto son imágenes confusas. Sé que desperté en una habitación
muy sucia y mal oliente, con nauseas, una jaqueca muy fuerte y tan débil que no
podía ponerme en pie. Solo había una pequeña ventana en lo alto que estaba
cerrada y tenia rejas. Al rato ingresó este señor, empezó a golpearme y a
inyectarme los brazos; me arrastró hacia otra habitación en el primer piso, donde
me esperaba otro hombre. No recuerdo bien pero por las molestias que luego
sentí en mis genitales creo que me violó.
En esa habitación entraba y salía gente todo el
tiempo, mi vaga lucidez no me dejaba reconocer ningún rostro. Solo sé que
Julieta no estaba allí.
Al otro día desperté en la habitación nueve muy exaltada creyendo que se había
tratado de una pesadilla, hasta que descubrí mi cuerpo desnudo lleno de hematomas
y rasguños y me desesperé.
Quise salir, pero la puerta estaba cerrada bajo
llave; grité con todas mis fuerzas y mientras intentaba romper el picaporte a
patadas alguien entró muy violentamente y me abofeteó hasta desmallarme. En
susurros suspiraba el nombre de mi hermana, pero no había nadie allí para
escucharme.
Supongo que fui drogada nuevamente, ya que mis
próximos recuerdos se sitúan otra vez en esa habitación en la que había un
vaivén de desconocidos.
En pocos segundos
reaccioné al escuchar varios tiros, la sirena de un patrullero y el grito
de otras mujeres. Me arrastré hasta la puerta y pedí auxilio con las pocas
fuerzas que me quedaban.
Al rato, apareció un policía que me levantó y me
sacó fuera de ese maldito lugar. En la puerta había un cadáver. Yo conocía esos bucles
castaños que asomaban de la bolsa de nylon que cubría el cuerpo…
-
¡Julieta! ¡Julieta!
Mis gritos iban tomando
mas fuerza hacia afuera mientras se volvían más débiles por dentro…
-¡Julieta! ¡¡¡Noooo!!!
Desde aquel día despierto en mi encierro, nunca más podré
cruzar las puertas de este lugar…
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