viernes, 11 de enero de 2013


La misma alucinación

Despertamos al unísono de nuestros gritos. Basto una mirada para suponer que Joaquín y yo habíamos tenido un mal sueño. O al menos, eso preferimos creer…
Habíamos terminado la cena. Hartos de la rutina y luego de un agotador y extenso viernes, decidimos recostarnos mucho mas temprano que de costumbre.
Mi marido apago la luz del cuarto. No mire el reloj, pero sabia que no habían pasado muchos minutos cuando abrí los ojos y la encontré nuevamente encendida. Sin demasiados cuestionamientos, volví a intentar conciliar el sueño, pero de repente sentí que una mano se apoyaba sobre mi hombro. Al voltear, descubrí a Joaquín durmiendo del revés.
Lo llame ya algo asustada, y él intento convencerme de que el estrés de ese día, había alterado mis sentidos.
Pero cuando refregó sus ojos con los puños, para mirarme con la misma calidez con la que siempre lo hacia, vi en el brillo de su retina la imagen de una mujer. Ella vestía una túnica blanca y su cabello lacio y oscuro, no permitía descubrir los rasgos de su pálido rostro.
Cuando él corrió su vista de mi, el fuego que incendiaba su mirada se transformo en una cascada de lagrimas. -¡Ana!- Suspiro en un tono entre cortado y algo deprimido.
Luego, la luz había desaparecido.
Abrimos los ojos en la oscuridad y gritamos al unísono. Nuestras voces resonaron en el silencio de la noche. Joaquín y yo habíamos compartido un mal sueño, o al menos la misma mentira de que de eso se había tratado todo.

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