La misma alucinación
Despertamos al unísono de nuestros gritos. Basto una mirada
para suponer que Joaquín y yo habíamos tenido un mal sueño. O al menos, eso
preferimos creer…
Habíamos terminado la cena. Hartos de la rutina y luego de
un agotador y extenso viernes, decidimos recostarnos mucho mas temprano que de
costumbre.
Mi marido apago la luz del cuarto. No mire el reloj, pero
sabia que no habían pasado muchos minutos cuando abrí los ojos y la encontré
nuevamente encendida. Sin demasiados cuestionamientos, volví a intentar
conciliar el sueño, pero de repente sentí que una mano se apoyaba sobre mi
hombro. Al voltear, descubrí a Joaquín durmiendo del revés.
Lo llame ya algo asustada, y él intento convencerme de que
el estrés de ese día, había alterado mis sentidos.
Pero cuando refregó sus ojos con los puños, para mirarme con
la misma calidez con la que siempre lo hacia, vi en el brillo de su retina la
imagen de una mujer. Ella vestía una túnica blanca y su cabello lacio y oscuro,
no permitía descubrir los rasgos de su pálido rostro.
Cuando él corrió su vista de mi, el fuego que incendiaba su
mirada se transformo en una cascada de lagrimas. -¡Ana!- Suspiro en un tono
entre cortado y algo deprimido.
Luego, la luz había desaparecido.
Abrimos los ojos en la oscuridad y gritamos al unísono.
Nuestras voces resonaron en el silencio de la noche. Joaquín y yo habíamos
compartido un mal sueño, o al menos la misma mentira de que de eso se había
tratado todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario